Todos aquellos que me conocéis sabéis que, entre otras cosas, me caracterizo por mi escepticismo total ante esoterismos, astrologías, predestinaciones, etc. Pero eso no quita para que sienta un cosquilleo especial cuando salta una de esas coincidencias que a muchos hacen pensar en alguna suerte de conexión mágica. Estas coincidencias nos llaman la atención y las ornamos con un aura de misterio, pero no solemos ser conscientes de los miles o millones de situaciones en las que NO se produce la menor coincidencia; sencillamente las ignoramos y sólo nos saltan a la vista los escasos hechos coincidentes. Dicho esto como preámbulo, paso a contaros como allá por 1993 descubrí accidentalmente un objeto que materializaba una gran coincidencia, una que me llevó tres cuartos de siglo atrás.
Primavera de 1917. Zaragoza.
Un general de brigada y escritor recibe en su domicilio un paquete por correo postal desde Barcelona. Es un ejemplar de imprenta de su propio libro, uno de los muchos que ha publicado. Este último ha sido la labor de cerca de dos años, desde el inicio de la Gran Guerra tres años atrás. Abre el paquete conociendo de antemano su contenido. Observa la encuadernación, la portada, su fotografía, el papel, etc. Todo está bien. Se sienta en su sillón y lo ojea más detenidamente. Se sirve una copa de licor y enciende un cigarro puro. Detiene un momento su mirada en alguno de los recuerdos que se trajo de su campaña en Melilla y que decoran su salón. Cierra el libro y también sus ojos. Está cansado. Deja su mente al libre albedrío y le viene la idea de que quizás alguno de los ejemplares de esa edición acabe muchos años después en alguna perdida biblioteca, y que quizás algún también lejano descendiente lo encuentre un día casualmente. Se pregunta: ¿Qué impacto tendrá en él? ¿Sabrá algo de mi existencia?. Deja la copa en la mesa y se rinde al sueño.
El gereral Ricardo Burguete. |
Un general de brigada y escritor recibe en su domicilio un paquete por correo postal desde Barcelona. Es un ejemplar de imprenta de su propio libro, uno de los muchos que ha publicado. Este último ha sido la labor de cerca de dos años, desde el inicio de la Gran Guerra tres años atrás. Abre el paquete conociendo de antemano su contenido. Observa la encuadernación, la portada, su fotografía, el papel, etc. Todo está bien. Se sienta en su sillón y lo ojea más detenidamente. Se sirve una copa de licor y enciende un cigarro puro. Detiene un momento su mirada en alguno de los recuerdos que se trajo de su campaña en Melilla y que decoran su salón. Cierra el libro y también sus ojos. Está cansado. Deja su mente al libre albedrío y le viene la idea de que quizás alguno de los ejemplares de esa edición acabe muchos años después en alguna perdida biblioteca, y que quizás algún también lejano descendiente lo encuentre un día casualmente. Se pregunta: ¿Qué impacto tendrá en él? ¿Sabrá algo de mi existencia?. Deja la copa en la mesa y se rinde al sueño.
Verano de 1993 (76 años después). Alcolea de Calatrava, Ciudad Real.
Uno de mis primeros trabajos como restaurador. Me llama alguien relacionado con el Museo de Ciencias Naturales para ofrecerme la posibilidad de trabajar los meses de verano en dicho pueblo manchego, restaurando unos imponentes fósiles de varios ejemplares de Anancus avernensis, un "elefante" de hace unos 3,5 millones de años. Indudablemente accedo, maravillado y emocionado. Total, que al día siguiente ya estamos trabajando. Las defensas (colmillos) de estos proboscídeos eran desmesuradamente grandes, alcanzando holgadamente los cuatro metros de longitud. Se trabta de retirar la matriz silícea que les rodeaba parcialmente, consolidarlos y unir los fragmentos. A lo largo del desarrollo del trabajo, numerosos vecinos vienen a curiosear y a preguntar. Yo les respondo amablemente pero me encuentro con caras de incredulidad, como si pensasen que les estaba tomando el pelo.
Una de los colmillos, aún en su matriz de espuma de poliuretano. |
Leyenda de la portada del libro hallado en una polvorienta caja de cartón. |
Ricardo Burguete. |
Hugo Obermaier en alguna cueva asturiana. |
Hugo Obermaier, mi tatarabuelo el General Burguete y el Marqués de la Vega del Sella. |
Anteayer curioseaba en internet mientras me tomaba el café del desayuno. Buscaba datos y fotografías de mi tatarabuelo. De repente google me ofrece unas fotos de él que reconozco haber visto hace mucho. En ella aparece Hugo Obermaier. Me quedo patidifuso. Me entero de repente de que aquel tipo de bigote, aquel desconocido que posaba junto a mi admirado Obermaier no era otro que mi tatarabuelo, el militar/escritor/filósofo General Ricardo Burguete.
Mi tío abuelo Gregorio Prieto en una de
las fotografías surrealista que se hizo
tomar.
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Paseo por una de sus calles y me detengo en el escaparate de una de las escasísimas tiendas a mirar cualquier cosa. Y delante de mis narices aparece un cartel pegado al cristal con cinta adhesiva. Dicho cartel anuncia una visita en autocar al cercano pueblo de Valdepeñas. El corto viaje incluye la visita al Museo de la Fundación Gregorio Prieto, mi tío abuelo por línea materna. Gregorio Prieto pintor de la generación del 27 y amigo íntimo de Alberti, Cernuda, Lorca y Dalí, acababa de fallecer al año anterior.
A quien interese, hasta el 20 de abril hay una curiosa exposición de sus fotografías y collages en el Museo de la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Resumo: Alguien del Museo de Ciencias Naturales me llama para restaurar fósiles en un pueblo de Ciudad Real donde accidentalmente encuentro dos libros escritos por mi tatarabuelo por línea paterna y un cartel que anuncia la visita al museo de mi tío abuelo por la materna, recién fallecido. Muchos pensaran que no es casual que yo fuese a trabajar a ese pueblo ese año, que el destino me ponía allí para que yo me encontrase de algún modo con mis orígenes recientes.
Hace unos diez años, mi amiga Montse, matemática, me habló por primera vez de la Ley de los seis grados de separación. Me fascinó. Por si alguien no sabe qué es esto, diré que es una especulación que afirma que es muy probable o seguro que todos los habitantes humanos del planeta puedan estar "conectados" por un máximo de seis pasos o grados, entendiendo como paso el vínculo de conocimiento. Si Fulanito Pérez conoce a 100 personas y cada una de esas 100 conoce a otras 100, la red se abre a 10.000, después a un millón y al acabar los 6 pasos llegamos a un millón de millones, lo que supera con creces la población humana global del planeta. Es decir, si la ley es cierta, tú podrías, técnicamente, dar un recado a un niño esquimal, a la concuñada de Rapel, o al mismísimo sursumcorda con tan sólo seis pasos como máximo.
Esta ley parece estar formulada para un momento en el tiempo. Pero ¿Y si incluimos la distancia temporal? Podríamos llegar a seis generaciones atrás, aunque lo más probable es que el destinatario del recado en el sexto paso llevase ya unas décadas criando malvas. Me pregunto por los miles de caminos desconocidos que hay entre tú y yo siguiendo esta cadena de conocidos. Y si viajáramos atrás en el tiempo, tarde o temprano encontraríamos a un ancestro común, quizás un tatarabuelo en coche de caballos, o un campesino en la Europa feudal, o un agricultor neolítico, o uno de los primeros humanos modernos saliendo de África hace 100.000 años. También encontraría ancestros compartidos incluso con mis gatos, con el jilguero que canturrea tras la ventana o con la hormiga que deambula por la terraza. Incluso con las bacterias de tu intestino con las que vives en simbiosis.
Y bueno, si como parece probable según plantea la Panespermia, la Tierra fue "fecundada" por microorganismos llegados del espacio exterior a bordo de asteroides en la primeras fases de su formación hace 4.500 millones de años, podríamos tener ancestros comunes con seres inimaginables viviendo en planetas extrasolares separados de nosotros por miles de años luz y miles de grados en el tiempo. Y sí, también tengo ancestros comunes con los imponentes proboscídeos cuyos huesos fosilizados yo rescataba en aquel pueblo manchego; quizás ese ancestro común fuese un diminuto mamífero que sobreviviera hace 65 millones de años al evento de extinción que acabó con casi todos los dinosaurios (salvo algunos que empezaron a volar).
En fin, el árbol de la vida es un desmesurado fractal con casi infinitas ramificaciones. Nuestro entorno de familiares y amigos es un diminuto rincón de la estructura, una estructura dendrítica cuyo patrón se reproduce y se reproducirá a todas las escalas. Curiosamente el mismo patrón que vemos en las neuronas o en la superestructura del cosmos a máxima escala.
Muy buena entrada Carlos! Me sonaba lejanamente que tenías parientes ilustres, me alegro de saber más sobre ellos.
ResponderEliminarCon respecto a la "Ley de los 6 grados", en "Hoy empieza todo" de Radio 3 a veces hacen un juego que consiste en unir artistas con un máximo de 6 pasos. Un día consiguieron relacionar al Fary con Tina Turner sólo en 5!!!
He descubierto con muchísimo agrado que eres familiar de Ricardo Burguete Lana. Mi abuela era prima suya y en mi casa tenemos recuerdos de él y de su entorno familiar. Estoy construyendo el árbol genealógico familiar y necesito conocer el segundo apellido de su madre. Si pudieras facilitarme el dato te estaría muy agradecido. Quedo a tu disposición y aprovecho la ocasión para saludarte cordialmente.
ResponderEliminarFrancisco Hernández García. fhernandez1949@hotmail.com